Y estas allí, en el puente de las ambigüedades y los sollozos, que juntos recorremos. Estás allí, siempre que la abstinencia se hace presente con un ruido seco, constante.
Me gustaría saber, porque dejas que tan vanas ideas se alojen y, sin esfuerzo alguno, roen tu mente; como es que dejas tus pensamientos oxidarse.
¿Es acaso el aire lo que tanto daño te causa?
Abandonas tu mente a la buena de Dios, del cielo, déjame recalcar. Dejas que el oxígeno llegue a ella y masturbe sus cavidades sutilmente. A veces quisiera que dejaras todo atrás; que no permitas que la sal descienda por tu rostro y